Estábamos en el auto, conversando animadamente sobre los perros que nos esperaban en casa, cuando el celular de mi mamá sonó. Estaciona para hablar más tranquila y el susurro que se escuchó nos dejó helados a todos:
- Murió Teresa.
Teresa era una amiga de mi mamá, esas que conoces desde siempre y que no te acordas como era tu vida antes de que ella formara parte.
Yo no la había visto más de dos veces que recuerde, pero sin embargo me dejó mucho en lo que pensar. No sabría decir con exactitud si eran las lágrimas de mis papás o lo crudo del pensamiento en sí, pero de lo que estaba segura era de que no era algo que se me iba a olvidar con facilidad.
¿Qué estamos haciendo con nuestras vidas?
No es una pregunta poco frecuente, y varias veces se nos cruza por la cabeza, pero nunca con tanta fuerza como lo hizo en ese momento. Por lo general soy una persona feliz, hay ocasiones que soy más feliz que otras, y otras que estoy más triste que feliz. Y si, también pasé por etapas donde prefería dormir antes que cualquier otra cosa, if you know what I mean. Pero esta muerte, tan cerca y a la vez tan lejos mio, me hizo ruido. Mucho ruido.
Por primera vez me planteé seriamente mi existencia, si es que lo estoy haciendo bien o desperdiciando tiempo valioso. Me doy cuenta de lo rápido que pasa la vida cuando hablo con mis amigos sobre recuerdos que pasamos juntos, que se ven tan cercanos pero que no pasaron hace menos de diez años. Y solamente tengo veinte.
Pero estos veinte años me sirvieron de mucho, sé diferenciar lo que me gusta y lo que no, a quien vale la pena seguir teniendo a mi lado y a quien tengo que mandar a la mierda, desarrollé mi carácter, mis ideales, mi forma de plantearlos y expresar mis sentimientos. Me formé como persona. ¿Y para qué? ¿Sirvió de algo todo eso? Mucha gente me dice que recién estoy empezando a vivir, y en ese momento, cuando murió Teresa, es que me alegraron tanto esas palabras.
Me dieron unas terribles ganas de volver en el tiempo solamente para hablar con mi yo de pequeña y decirle que disfrute la vida al máximo, que ría cada vez que pueda reír, que disfrute, sueñe y que no se olvide nunca de ser feliz. Sin sentido, por supuesto, no es normal estar todo el tiempo feliz, pero se puede intentar. Lo de ser feliz, no lo de volver en el tiempo. Por ahora.
La muerte es algo inminente, a algunos les toca antes que a otros y muchas veces es injusta, pero lo que creo que fue más importante de todo eso, es que por primera vez le tuve miedo. Siempre la vi como algo natural, algo que iba a pasar en algún momento en donde nuestro organismo cansado ya no pudiera alargarlo más. Idealmente. No sufrí mucho con la pérdida de mis abuelos, tíos, mascotas ni nada de eso. Tal vez, ahora, a los veinte años es cuando me empiezo a dar cuenta del peso que conlleva.
Nunca me importó la idea de morir, por más que algunas veces estuve jugando al filo de la navaja. Tenía la idea de que morir te deja en paz, sin nada más que cargar con vos ni con el mundo, y una vez que el cuerpo se descompone y vuelve a formar parte de la tierra, todos volvemos al lugar de donde salimos. Pero realmente, puedo asegurar que no quiero morir.
Este temor ante algo nuevo e inevitable es lo que me tomó tanto tiempo aceptar. No creo en la reencarnación ni que haya algo después de la muerte, pero esa vez, por primera y tal vez última ocasión, llegué a entender a los que tan desesperadamente se aferran a esas creencias. No me voy a volver religiosa por algo como eso, pero la idea de que el tiempo se consume poco a poco, y tal vez no me alcance la vida para vivirla, me puso loca.
Me imaginé millones de escenarios distintos. Tal vez no tantos. Me imaginé muchos escenarios distintos, en los que yo podría ser realmente feliz y no desperdiciar los años que me quedan, pero a fin de cuentas caí en que soy feliz ahora, solamente tengo que aprender a mirar mejor y disfrutar todo lo que me queda.
Chau, Teresa. Es lo único que puedo decir. No voy a llorar a la muerte, pero la quiero lejos mio.
lunes, 1 de agosto de 2016
.Life.
lunes, 18 de julio de 2016
Quiero lo que quiero
Te extraño.
Te extraño tanto, pero tanto.
Quiero que vengas corriendo hacia mi y me abraces tan fuerte que me hagas sonar todos los huesos. Porque si, porque puede doler pero más me duele el estar alejada de tu pecho.
Quiero que me abraces y no me sueltes. Quiero sentir tus labios en mi frente, mi nariz, mis cachetes y mi boca. Quiero besar esos labios, quiero abrazarte y no dejarte ir hasta saciarme.
Quiero sentir tu olor, que me llene los pulmones de recuerdos brillantes y me haga sonreír como idiota. Quiero volver a acariciar esa piel tan suave que me vuelve adicta. Quiero mirar esos ojos y encontrarte en mis fantasías.
Quiero llenarme de vos, quiero que llegues a cada parte de mi y que me recuerdes una vez más que estás ahí conmigo. Porque te extraño, porque tu presencia me hace tanta falta que ya no sé como manejarlo.
Quiero verte, quiero sentirte, quiero tocarte.
Quiero tu cabeza reposando sobre la mía, quiero que me revuelvas el pelo y te quejes de que está enredado, quiero que no me dejes ir de esa posición. Quiero que me rodees con tu brazo y acaricies mi cintura, que dejes mis piernas caer sobre las tuyas.
Quiero que vuelvas, quiero seguir durmiendo al lado tuyo.
viernes, 15 de julio de 2016
Y acá estoy de nuevo, oculta entre las sábanas.
Me retraigo a mi propio mundo e imagino como todo podría ser mejor. Pero esta opresión en el pecho me lo impide, me impide olvidar y me nubla el juicio.
Si solo pudiera encontrar una solución definitiva a todos mis problemas tal vez no dolería tanto.
Con la cabeza entre las almohadas y mis ojos ardiendo no dejo de pensar. Quizás las lágrimas limpien mi mente y me dejen pensar con más claridad. Quizás solo sirvan para espesar la bruma que me rodea.
Sea cual sea la respuesta, no la sé. Siento que no sé nada. No sé nada.
Con este pensamiento dando vueltas por mi cabeza no me atrevo a mirar hacia afuera. Me quiero quedar escondida y que nadie me encuentre jamás. No quiero admitir con vergüenza que fallé terriblemente, no quiero fingir que todo está bien y puedo salir adelante.
No puedo salir adelante.
Me quiero quedar a oscuras, a solas con mi cabeza. No quiero afrontar lo que se avecina.
Ya no quiero.
Todo a mi al rededor se desmorona.
Todo lo que luché para construir, todo el esfuerzo que requirió alzar una pared a mi al rededor para mantenerme segura fue en vano.
Ahora veo como las paredes se derrumban y el camino se borra, no quedando más que escombros.
Y suciedad.
Suciedad y desesperación .
Desesperada para que todo vuelva a ser como antes, cuando mis paredes como murallas se alzaban y frenaban todos los golpes.
¿Qué puedo hacer ahora que ya no está?
Alzarla de nuevo, imposible. Ya no será la misma de antes. Tendrá una grieta que me recordará cuando cayó. Cada vez que se caen mis paredes quedan grietas nuevas.
No quiero que sigan cayendo, las necesito. Necesito un sostén que me de la energía para recomponerme.
Pero tal vez ya llegué al punto donde las grietas son demasiadas para sostener a mi pobre pared.
Si solamente pudiera decirte cuanto lo lamento, que te extraño y necesito. Necesito esa fuerza para poder yo erguirme de nuevo y volver a intentarlo.
Aunque las paredes sigan cayendo.
Siempre se caen.
Ya no soporto más este derrumbe.
Mi pobre pared, dejá de caer por favor.
miércoles, 18 de mayo de 2016
Cuando la mentira es la verdad
El cerebro tiene que hacer el doble de trabajo cuando decimos una mentira que cuando hablamos con honestidad.
Entonces, ¿por qué es tan fácil mentir y tan difícil decir la verdad?
Cuando tu mundo se construye a bases de engaños, mentir se vuelve tan natural que es inconcebible una conversación sin tenerlo presente.
Estamos demasiado acostumbrados al
"-¿Todo bien?
-Si, todo bien "
Que ya naturalizamos el hecho de que "todo tiene que estar bien", cuando no es así.
No es así para nada.
Soy un ser humano. Pienso, siento, me angustio y aflijo.
No puedo "estar bien" todo el tiempo, ni lo pretendo tampoco. Pero en esos momentos es cuando te ves obligado a mentir, porque el mundo no quiere que vos te sientas mal, no podes sentirte triste porque ya salta algún pelotudo a decirte que él la pasa peor por un motivo que seguramente (o tal vez no) me lo pase por el culo. O peor todavía, porque tu angustia actúa como una clase de virus mega contagioso que cuando comienza a generarse no puede parar de expandirse, y ahí salta el otro a decirte que no te sientas mal porque lo haces sentir mal a él. Ah, menos mal que no te pregunté.
Entonces comienza a tomarse como una clase de pecado el estar angustiado, porque la gente no te permite estar triste y ya.
No.
Tenes que estar feliz y contento todo el día, todos los días. Sino sos raro. Sino está mal.
¡Está mal que estés mal, tenes que entenderlo!
Ocultá lo que sentis, lo que pensas. Solamente ocultalo, que nadie lo vea.
¡Ah!
Pero cierto, me olvidaba que a la gente también le gusta que te expreses.
Expresate. Pero así no. Expresate como a mi me gusta. Con mis reglas, con mis normas.
Sentite de una forma con la que el resto se sienta cómodo.
Así que ya sabes, la próxima vez que te sientas a la miseria, que no le encuentres sentido a nada y andes perdido por la vida, hacé de cuenta que nada de eso pasa, para así cuando te pregunten "¿Todo bien?" puedas responder "Si, todo bien."
martes, 22 de marzo de 2016
Las montañas
Hace no mucho tiempo llegué a las montañas. Son altas, enormes, con una gran cantidad de cuevas y pasajes ocultos. Yo solo las vi de abajo, no logro encontrar alguna manera de escalarlas rápidamente. Pero tampoco tengo porqué hacerlo.
Vengo aquí casi a diario, las miro, las contemplo, me regocijo ante la idea de llegar a conocerlas por completo. Algún día.
Son momentos felices que hacen valer la pena la ardua travesía que implica llegar. Porque si, es un largo camino que incluye el estomago de una bestia y el danzar de un gusano gigante de cuatro o seis patas tal vez.
De pie bajo la inmensa imagen que se me impone, observo distraídamente que no soy la única en llegar. Hay muchos de mis acompañantes diarios merodeando por todos lados. No son tantos como en la Zona Cero, y muchos menos que en la Zona Gris, pero es un número considerable. Todo está bien.
No son malvados. No todos. La mayoría sin merodeadores silenciosos, con sus contornos difusos y su mirada fija en un punto lejano.
Sin embargo están también los entes blancos, los odio. Se acercan inofensivamente y antes de que te des cuenta están absorbiendo toda tu energía vital. Una sonrisa macabra les desfigura lo que creo es el rostro y te clavan sus orbes sucias en la nuca. Es mejor salir corriendo. No son rápidos, ni tampoco les interesa serlo, supongo que usan el factor sorpresa a su favor.
Mi acompañante predilecto es uno que me encontré de casualidad andando por las afueras de la Zona XXII y hasta el día de hoy me acompaña casi siempre. Me lo suelo cruzar en el viaje a las montañas,y es el que me ayuda a combatir a las bestias. Es un ente de forma bastante definida a veces, pero hay otras en donde sus bordes se difuminan tanto que es casi difícil de reconocer. Casi. Sus colores son varios, puede ir de verdes hasta negros, en donde se vuelve un poco tóxico, pero rápidamente vuelve a sus tonos normales. Le tengo un cariño extraordinario.
Llegó la hora de la vuelta, espero no cruzarme a nadie indeseado, ni que los bailes del insecto mutante me resuelvan el estómago.
viernes, 12 de febrero de 2016
El temblor
El piso se sacude, los edificios tiemblan. Las sombras se vuelven locas corriendo de un lado para el otro; algunas felices, otras horrorizadas.
El viento sopla frenético, de un lado para el otro, sin rumbo fijo pero destrozando todo.
Las paredes se derriten.
La gente llora,
Grita,
Ríe.
Un coro infinito de sonidos que atormentan mis oídos acá vez más frágiles.
¡BOOM!
Algo explotó, no sé qué es. Tampoco quiero saberlo.
No quiero abrir los ojos, no quiero mirar. No quiero ver mi obra entera caerse a pedazos de esta forma. No ahora. No después de tanto.
jueves, 4 de febrero de 2016
Necesidad de necesitarte
No sé de dónde nace esta necesidad rayana a la obsesión, porque si no es obsesión es locura.
Estás irremediablemente dando vueltas en mi cabeza, y por mas que trate de sacarte sigues aferrandote como un mal que se niega a irse. Un mal perfecto, calido. Un mal ni tan maligno.
Serás por lo que siempre luché, mi expendedor de abrazos y palabras dulces. Mi rayo de luz en el fondo de mi mente perturbada. Mi felicidad en mi vacío, mi consuelo en esta condena.
Sos por lo que siempre sonrió, mi disipador de iras. Mi hombro de consuelo y trofeo de mis batallas.
Porque si sigo luchando a pesar de todo es porque así lo quieres, y estoy dispuesta a darte todo lo que me pidas, por más ilógico que suene.
No sé en que punto cambiaste mi vida, solo sé que no te tomó mucha demora. Lograste penetrar en mis recuerdos más horribles y salir victorioso, sacarlos a la luz y combatirlos con la misma facilidad con la que la cuchilla rajaba mi piel pálida.
Ahora todo quedó en mi pasado y solo queda mi futuro, que tan incierto no lo sé pero espero que sigas en él, andando como tan bien sabes hacerlo.