jueves, 12 de diciembre de 2013

A Diario ~

Hay momentos y momentos. 

Llegan esos en los que logras mirarte en el espejo, sonreír y decir "Lo logré".
Evidentemente bajaste de peso, 
Los huesos se lucen y los músculos se marcan.

Pasas tus manos por ellos, delineando su contorno. 
Te ha costado llegar a ellos, y ahora te das el lujo de exhibirlos.
Estas contenta, feliz, como si todo el sacrificio hubiera valido la pena.

Pero de repente, esa vocecilla  aparece para susurrarte nuevamente al odio: GORDA

Miras al espejo, y te preguntas dónde han quedado los huesos que instantes atrás te enorgullecían. 
No hay más delicadeza ni belleza por ningún lado, solo grasa.
Grasa acumulada y amontonada en tus piernas, brazos, abdomen, caderas, etc, etc.
Hasta tus dedos parecerían haber engordado.

Te sientes mareada, porque no has comido lo suficiente para lograr verte bien, y ni siquiera eso lograste.
Contando y calculando detalladamente las calorías de cada alimento que estabas por consumir,
Si es que ingeriste algo, por supuesto.

Pero no.

Es una mala jugada de tu organismo. 
No importa si dejas de comer, sientes que no adelgazas lo suficientemente rápido.
Pero si pruebas bocado, es como si engordaras kilos en segundos.
Y tiene más que su lógica, con el hambre que llevas aguantando, si te permites comer más bien devoras. 

Sientes entre muchas cosas envidia.
Envidia a la gente que come y no engorda. 
A esas mismas que los nutricionistas les dicen que deben engordar más, y aunque coman y coman no lo hacen.
A personas que tal vez no sean tan delgadas como a lo que tu aspiras, pero sin embargo se ven bien y pueden comer platos de comida sin sentirse culpables después.

Junto con eso llega la tristeza. 
Esa fiel compañera que te acompaña a diario, pero que en esas ocasiones se te aferra y no la puedes evitar.
Las lágrimas se desbordan de tus ojos, y tus labios empiezan a temblar.
Caes de rodillas al suelo, preguntándote cuando será suficiente y a la vez culpándote por tu debilidad.

Puedes cortarte, golpearte, rasguñarte, 
Cualquier tipo de daño físico que le impida el paso al emocional. 

Te detestas, te odias, te aborreces, pero nada impedirá que sigas haciendo lo que haces.

Y de repente, te llaman.
Te incorporas lo más rápido que puedes y probablemente te marees.
Pero no importa, nadie merece verte en ese estado.
Eres una persona fuerte, o eso es lo que te esmeras en demostrar.

Te enjuagas la cara rápido, colocas bien tus ropas, sonríes.
Nada ha pasado, y nadie sospecha nada.

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