jueves, 16 de julio de 2015

Dama de Negro

¿Dónde habrá ido a parar aquella pútrida dama?
¿Seguirá allí sin que lo note?
¿Habrá ido a acosar a alguien más?
Solo me queda el recuerdo. El recuerdo y el anhelo de que vuelva a aparecer en la noche.
Sí hay algo que detesto de la gente como ella es la espera impaciente de su mirada atravesando mi nuca, queriendo llegar a mi desde la distancia. Porque sí, siempre se mantuvo a la distancia.
Con esa mueca horrenda, esa sonrisa que delata traición, y esos ojos hundidos y penetrantes, lo único que hace es observar desde el otro lado de la habitación, semi escondida entre las paredes, alumbrada por la luz que filtra de las cortinas.
Y ríe. Esos dientes afilados y amarillentos se destacan en su rostro. Pero no se acerca. Se limita a hacer ruidos guturales e incongruentes para una voz humana mientras te observa y se alisa su vestido negro, polvoriento y gastado.
No sé que se proponía, o sigue en su propósito de hacer. Nunca me lo dijo. Tampoco yo me atreví nunca a hablarle, y eso creo que le gustaba. No creo que haya tenido intenciones de comunicarse conmigo, le bastaba con atravesarme con su mirada y mantener la mía, un juego en donde la que desvía la vista primero pierde. No sé lo que había que perder, siempre me dormía en el medio de la riña.
Tal vez eso era lo que quería, que yo durmiera, se aparecía oculta en mi habitación velando por mi sueño. Cuando empecé con las pastillas a la noche, ella dejaba de aparecer. Tal vez se haya sentido traicionada, aunque hay noches en donde siento todavía su presencia, pero en cuanto volteo para buscarla, nuevamente desaparece.

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